martes, 11 de noviembre de 2014

El Sarcófago de Tutanhkamón

OBRA REPRESENTATIVA DEL ARTE EGIPCIO

 Sarcófago de Tutankhamón
año 1540 a. C. aprox. [Etapa artística del Imperio Nuevo (1580-1070)].

La imagen seleccionada resulta desde muchos puntos de vista la obra más emblemática del arte egipcio. Es una obra que encarna casi todas las características de este período artístico, tanto en su finalidad como en su forma.

He querido seleccionar de entre todas las obras posibles un sarcófago por el carácter simbólico del que está cargado, tanto en la función como en la forma. En primer lugar, la creación de los sarcófagos muestra la mentalidad egipcia que giraba entorno al ciclo natural de la vida, la muerte y a la eternidad. En el mundo egipcio la muerte era concebida como un paso dentro del ciclo natural que permitía al hombre continuar la vida que había llevado en la tierra, para toda la eternidad.  Por esta razón se buscaba representar en los sarcófagos a la persona que iba a ir dentro de la manera más clara posible. Para que el dato de quién era y qué función había desempeñado en vida, fuese totalmente reconocible a la hora de que el ka continuase la existencia en la vida eterna tras la muerte. Esta característica de mostrar a los seres vivos de la forma más reconocible posible se halla presente tanto en pintura como en escultura. Y esta finalidad en el arte egipcio es más importante que el realismo y que el naturalismo, hasta el punto de reproducir a los seres vivos en posiciones inverosímiles (mezclando lados frontales y perfiles), sólo para que se pudiese ver qué eran exactamente. Como podemos observar, la figura de Tutankamón es hierática e incluso forzada porque no es una posición natural para una persona viva ni para un persona muerta y sin embargo por su postura de reposo se puede observar que la finalidad es mostrar a un hombre muerto. Esta función de que la figura sea lo más clara posible, se ve en que sólo ha interesado esculpir las manos y la cabeza; las manos sostienen cetros que simbolizan el poder sobre el alto y el bajo Egipto, y la cabeza, además de indicar quién es la persona tallada, porta las coronas del bajo y alto Egipto indicando el poder que ostentaba y por tanto ensalzándola. Es un rostro inexpresivo porque la única intención es que sea inconfundible. Sólo se muestra en esta figura la parte frontal porque se busca el ángulo de visión donde mejor se muestre a la persona. 

Este ejemplo de obra egipcia es simbólica del período no sólo en cuanto a la función del arte en Egipto, sino también en cuanto a las características formales que se desprenden de la finalidad. Como en muchas obras pictóricas y escultóricas todo el espacio aparece lleno de elementos ornamentales, esto es llamado horror vacui (miedo al espacio vacío). También se utilizan jeroglíficos egipcios para la decoración y la expresión de lo que se quiere decir (en este caso, pero también en otras pinturas y esculturas). Encontramos otra característica en la forma de esta obra de arte (fruto también de la intención de que se conozca lo que  es la figura), presente en otras obras egipcias; se trata de una figura bidimensional que no entra de ningún modo en el campo de la tridimensionalidad. Además, la forma de la figura es completamente cúbica y simétrica, y sus proporciones son geométricas.

Por último añadir, que prestando atención a la fecha de creación de la obra seleccionada podemos comprobar que es una obra de finales del Imperio Egipcio y sin embargo, su función y su forma  se hallan presentes en todas las obras de todos los periodos. Esto nos muestra que realmente el arte egipcio no varía a lo largo de todo el período (exceptuando el período de Tell El-Amarna) porque la función de las obras, no cambia nunca.






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